En la era digital, un movimiento que se autodenomina defensor de los "derechos de los hombres" ha cobrado fuerza, caracterizado por su activismo antifeminista digital y su oposición a los derechos de las mujeres. Este fenómeno, que se manifiesta principalmente en redes sociales como TikTok, Facebook y YouTube, ha generado preocupación por su potencial para desinformar, polarizar y promover discursos de odio.
De acuerdo con el Informe “Activismo antifeminista digital: movimiento en contra de los derechos de las mujeres" realizado por el Frente Nacional contra la Violencia Vicaria, los seguidores de estas cuentas suelen ser hombres jóvenes, entre 18 y 35 años, residentes en zonas urbanas y con un nivel educativo de media superior. La mayoría de estos perfiles demuestran afinidad con discursos de derecha y ultraconservadores.
Estos perfiles participan activamente en comentarios y reacciones en línea, formando parte de comunidades digitales cerradas donde sus creencias se refuerzan mutuamente, llevando a una radicalización progresiva.
El Frente Nacional contra la Violencia Vicaria es una agrupación formada por mujeres que han experimentado violencia vicaria, aquella violencia contra mujer que ejerce el hombre por sí o por interpósita persona, utilizando como medio a las hijas o hijos producto de la relación, de pareja, ex pareja, concubino, ex concubino, cónyuge, ex cónyuge para herir, violentar y controlar a la madre generando un daño psicoemocional a ella y a sus hijas e hijos.
Características del discurso antifeminista
Una característica distintiva de este activismo es su ausencia de datos y verificación. A menudo utilizan testimonios personales y audios fuera de contexto, lo que dificulta la verificación y favorece la manipulación emocional. Cifras falsas o infladas se repiten sin contrastar, creando una realidad paralela digital. De hecho, cerca del 100% de los datos presentados en algunos análisis carecen de fuentes oficiales y estadísticas confiables.
El discurso empleado por este movimiento se centra en la generalización negativa ("Las mujeres se aprovechan de la ley"), la desinformación ("La mayoría de las denuncias por violencia son falsas") y la estigmatización de colectivos ("El feminismo es una herramienta de poder").
También se observa el uso de un lenguaje emocional cargado de indignación, victimismo y polarización. Las narrativas se centran en la victimización masculina y la deslegitimación sistemática del feminismo y organizaciones de mujeres.
Análisis de casos específicos
De acuerdo con el informe, el contenido del influencer Alex Flores se caracteriza por un discurso negativo y de odio, con violencia simbólica. Cerca del 100% de sus datos carecen de verificación y se basa en casos individuales descontextualizados para generalizar sobre mujeres que denuncian violencia.
Predomina el contenido en defensa de hombres (70-75%), mientras que la defensa de menores es secundaria y se enfoca en la afectación del padre. Su discurso se basa en opinión sin datos, casos sin verificar y generalización de anécdotas, con un lenguaje sarcástico y un discurso antifeminista continuo, utilizando frases como "Víctima profesional", "Ya nadie les cree" y "Feminazi".
De manera similar, el discurso del Colectivo Nacional de Mujeres por la Igualdad y Niños con MAPA también se cataloga como negativo y de odio, descrito como activismo masculino. Ninguno de sus videos más consumidos presenta fuentes oficiales, recurriendo a testimonios individuales sin sustento legal. Existe un patrón de anécdotas emocionales como sustituto de evidencia.
El informe señala que este tipo de discurso tiene un impacto significativo en la percepción pública. Revictimiza a mujeres y madres que atraviesan procesos de denuncia y desinforma sobre la violencia de género, custodia, leyes y derechos de la infancia. Además, genera desconfianza institucional hacia el sistema judicial y los organismos de protección y fomenta la hostilidad simbólica y cultural hacia colectivos vulnerables, bajo el falso discurso de "equilibrio" o "igualdad".
Organismos internacionales como la UNESCO y ONU Mujeres han alertado sobre el uso de internet para difundir discurso de odio digital y narrativas antifeministas a gran escala. Definen el discurso de odio como una expresión pública que promueve la denigración, deslegitimación o deshumanización de un grupo vulnerable.
En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia reconoce la violencia simbólica como el uso de mensajes, estereotipos o imágenes que reproducen dominación o desigualdad, y la violencia digital como contenidos que humillan, desinforman o dañan la dignidad de las mujeres en redes sociales.
Es importante destacar que, según datos oficiales, solo el 2% de las denuncias por violencia son falsas, de acuerdo con datos de 2022 de la Fiscalía General de Justicia. En cuanto a la custodia de menores, en el 63% de los casos se resuelve por acuerdo voluntario o por imposición judicial, desmintiendo el mito del "sesgo hacia la mujer", de acuerdo con datos del Inegi de 2023.
Impacto de los discursos de odio
El Frente Nacional contra la Violencia Vicaria señala que las consecuencias de este activismo antifeminista digital son preocupantes. Normaliza la violencia simbólica, revictimiza a las mujeres, fomenta la polarización social, desinforma masivamente y puede radicalizar a las audiencias, llegando incluso a expresiones de odio y violencia en línea e incluso física. En última instancia, instrumentaliza a los menores de edad y perpetúa dinámicas familiares destructivas.
Ante este panorama, la organización menciona que es crucial fomentar la alfabetización mediática y digital para que la ciudadanía pueda discernir entre información veraz y desinformación, así como promover un diálogo respetuoso y basado en evidencia en el espacio digital.