Era el primer lunes del 2023 y en la mesa de redacción se proponía una historia en torno a Los Reyes Magos. Y ahí estaba yo, atenta y sedienta en mi primer día como coordinadora editorial en La Cadera de Eva. Nosotras deberíamos hablar de la carga mental que recae sobre las mujeres en esta fecha, pensé cuando terminó la que fue mi iniciación en las juntas diarias mañaneras.

¿Sabía lo que me esperaba cuando me integré a la equipa de La Cadera de Eva? Quisiera responder que sí, pero un año después estoy completamente segura de que no tenía idea. Y ya puedo decirlo sin que me pese, porque aunque hubiera tenido muchísima experiencia, el año pasado nos enseñó que “sin prisa, pero sin pausa” íbamos a enfrentar una gran diversidad de retos.

Ahora, un año después, me encuentro despidiéndome del espacio con el que crecí tanto.

La Cadera, como le decimos con cariño, fue para mí un espacio abierto, donde pude proponer, crear y reflexionar a partir del diálogo y de los cimientos que colegas anteriores ya habían construido. Aprendí a escuchar y observar con mayor agudeza, El Podcast de Eva fue una de las plataformas que mayor reto me implicaron, porque en cabina con mujeres muy sabias no quería que nada se me escapara, necesitaba aprovechar cada conocimiento suyo.

Mientras que en el día a día con la equipa, aprendí a encontrar ángulos casi escondidos, a dialogar desde lo que nos da miedo nombrar, pero sobre todo, mi intención estuvo en no pasar por alto inquietudes y propuestas que surgían desde nuestra diversidad de contextos, lo que hizo posible contar historias que iban desde la desigualdad en la planeación urbana hasta cómo vivieron su menstruación y sexualidad nuestras madres y abuelas.

Posicionar el periodismo feminista no es un reto minúsculo, tampoco se trata de una rama más que cubre la diversidad. La perspectiva de género e interseccional, que buscamos desde La Cadera, son una forma de mirar la realidad de una manera más inclusiva y menos sexista. A pesar de que el sistema androcentrista nos haga creer que pedimos mucho, que ya existen los derechos humanos, que para qué querer sumar más peticiones, como si estos realmente se garantizaran o como si la discriminación y violencia estructural no estuvieran enlazadas a una serie de estigmas.

No resulta una casualidad que nuestros temas más trabajados en el último año se hayan relacionado con el trabajo de cuidados no remunerado y que los más consultados hayan sido las tipologías de la violencia. El periodismo feminista no es un espacio de “vida y estilo”, es mirar donde resulta incómodo de ver, pero también donde hay otras narrativas llenas de esperanza y de cuidados comunitarios.

En este sentido, el último año, tan retador y exigente, lo viví arropada por mis compañeras, con quienes compartimos desde donas de chocolate y micheladas, hasta una muy cuidada selección de stickers. Sin ellas, La Cadera de Eva no sería. Gracias por estar y haber estado.

En Latinoamérica, hasta el 2020, cuatro de cada 10 personas que se desempeñaban en el periodismo eran mujeres (Proyecto de Monitoreo Mundial de Medios, ONU Mujeres). Y aunque históricamente, estas cifras representan un aumento de la participación femenina en este sector, los cargos directivos y de toma de decisiones son un asunto pendiente en las brechas de género.

El machismo, la desigualdad, las brechas salariales, la falta de representación y otras violencias y abusos nos recuerdan que la perspectiva de género existe porque aún no tenemos igualdad, pero nuestras pequeñas victorias sí que han contado mucho. Nuestra resistencia es un espacio amable, abierto a la diversidad y al cambio. Necesitamos seguir contando las historias de vida que casi no salen en medios, esas que además de inspirar, inciden en la construcción de políticas públicas adecuadas y suficientes.

Estas historias no deben resucitar cada 8 de marzo, deben ser latentes en todas las redacciones, todos los días.

Me voy de La Cadera de Eva con el corazón lleno de gratitud y plenitud, fue trabajo honesto (como dice el meme, je); pero, sobre todo, me voy muy consciente de que esta chamba no fue mía, sino que fue una labor colaborativa, donde cada persona que ha pasado por este espacio ha sumado una gran diversidad de contextos y conocimientos.

Y a donde voy, como lo he hecho hasta ahora, siempre hablaré de lo que hemos logrado en nuestra Cadera. No es un adiós, es un ¡nos vemos, equipa!