Este 30 de abril, mientras muchas personas compartían frases y fotos para “celebrar a la niñez”, en un juzgado de la Ciudad de México se dictó una sentencia histórica: 170 años de prisión para los responsables del feminicidio de Fátima Cecilia, una niña de 7 años asesinada brutalmente en 2020. Cinco años después de su feminicidio, se logró justicia. Pero ¿qué tipo de justicia es posible cuando una niña fue secuestrada a la salida de su escuela y asesinada, en un país donde las infancias siguen sin garantías básicas para vivir seguras?
Fátima fue víctima de la negligencia institucional, de un protocolo escolar que no se cumplió y de una Fiscalía que ignoró a su familia durante las primeras horas cruciales tras su desaparición. Ella no es un caso aislado. En México, 841 niñas y adolescentes han sido víctimas de feminicidio desde 2015, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
Ese mismo día, mientras la familia de Fátima esperaba la sentencia que reconocía su dolor y exigencia, otro caso concentraba la atención pública y mediática: la maternidad de Lupita TikTok, una influencer de talla baja cuya hija recién nacida fue hospitalizada por desnutrición. La intervención del DIF activó un juicio colectivo en redes sociales. En vez de cuestionar el acceso a servicios de salud, nutrición o redes de apoyo comunitario, la conversación apuntó directamente a los prejuicios contra una mujer que ha sido históricamente discriminada por su cuerpo, desatando comentarios eugenésicos, clasistas y capacitistas.
Así como el sistema olvida a algunas niñas, también deshumaniza a algunas madres. No por lo que hacen, sino por su cuerpo, su origen o su forma de vivir. El capacitismo, que clasifica quién merece respeto según el cuerpo que tienen y sus capacidades, se ha colado en la conversación pública como si fuera algo natural. Y lo que parecía una preocupación médica es, en realidad, violencia.
En México existen más de 1.2 millones de madres con discapacidad. Mujeres a quienes históricamente se les ha negado el derecho a amar, a decidir, a cuidar. Mujeres cuya sexualidad se patologiza y cuya maternidad se criminaliza. El caso de Lupita evidencia que la discriminación no necesita pruebas, sólo estereotipos. Ser madre joven, influencer y de talla baja bastó para convertirla en blanco del odio disfrazado de “preocupación”.
Mientras tanto, las violencias digitales contra niñas y adolescentes continúan. En poco más de dos años, el Consejo Ciudadano ha documentado más de 500 casos de sextorsión contra menores de edad. Las niñas no están seguras en las calles, pero tampoco en las plataformas. Y una vez más, la respuesta social e institucional llega tarde, es parcial y carece de enfoque integral.
Esta semana, que coincidió con el Día de la Niñez, nos deja una pregunta urgente:
¿A qué infancias celebramos? ¿Qué cuerpos protege el sistema? ¿Qué maternidades respeta? ¿Qué vidas considera dignas de cuidado?
En La Cadera de Eva creemos que no hay justicia real si no se acompaña de memoria, reflexión estructural y políticas públicas que miren la desigualdad con una perspectiva interseccional. No basta con castigar a los culpables. Es urgente transformar las condiciones que siguen permitiendo que las niñas sean asesinadas y que las madres sean criminalizadas por existir.
Porque todas las niñas merecen vivir. Y todas las mujeres merecen elegir la maternidad, o no, desde la dignidad y el respeto.