¿Qué significa tu abuela para ti? ¿En qué piensas cuando la recuerdas? En muchos casos, las abuelas han sido parte fundamental de nuestras vidas, en el marco del Día Nacional de las Personas Adultas Mayores, le preguntamos a un grupo de mujeres ¿qué significan para ellas sus abuelas?

En los medios de comunicación hace falta que se hable de las personas adultas mayores desde otras perspectivas más allá del dolor. Tenemos que rescatar las narrativas que dignifiquen sus vidas y reflejen quiénes son.

Es una joven de 94 años, esa es mi abuela

Mi abuela representa mucha jovialidad, es una mujer que realmente sí es joven. Luego los viernes vamos a las micheladas y le digo 'le voy a tomar una foto como que se la toma' y de pronto se echa el trago y sí se toma mi michelada. Es una joven de 94 años, esa es mi abuela”, nos cuenta la periodista Angélica Jocelyn Soto Espinosa.

Angélica Jocelyn considera a su abuela Antonia una “libertaria en su familia, ella fue quien le enseñó “una forma de vida distinta para las mujeres a la que nos contaba la sociedad”, comparte con una sonrisa.

A través de las historias que Antonia contaba a Angélica Jocelyn, le fue mostrando su rebeldía ante las imposiciones que en su época enfrentaban las mujeres. Cuando murió su abuelo, la periodista se dio cuenta de que su abuela, a sus 93 años, pensaba con esperanza en su futuro y lo que venía para ella.

“Mi abuelo ejerció violencia contra mi abuela y me tocó ver cómo se defendía frente a ello, la forma en la que ponía límites. La última vez que se fue de la casa por un hecho de violencia fue cuando cumplió 90 años. Esta capacidad de hacer frente a situaciones opresivas en la medida de lo posible, el intentar salir de ellas, para mí siempre ha sido un ejemplo desde que era chiquita”, recuerda Angélica Jocelyn.

En su columna Jilguera, la periodista escribe “mi abuela tenía 15 años de edad, y muchos anhelos, cuando mi abuelo decidió robarla porque necesitaba una mujer que lo atendiera. Se conocían de antes. Ella vendía flores en los bailes. Vivían en pueblos cercanos. La abuela le hizo saber que se iría para trabajar y ya no quería verlo. Él la citó para despedirse… El abuelo se hizo ayudar de un cómplice. La subió al caballo frente a la cara asustada de sus hermanitos. Le puso una pistola en la cabeza y se la llevó”.

Angélica Jocelyn explica que después de la muerte de su abuelo la familia atravesó un proceso de duelo, pero al mismo tiempo de libertad para Antonia. “Justo la noche del velorio ella no se impactó, ella estaba pensando ya en su futuro”, la periodista se emociona y repite “a los 94 años piensa en su futuro".

Antonia nunca imaginó que después de una vida dedicada a cuidar de su esposo, siguiera para ella viajar, conocer nuevos lugares y seguir compartiendo con su familia. En un viaje a Oaxaca, mientras cenaban, su abuela vio pasar a una calenda con un ambiente festivo que invitaba a bailar. La alegría la inundó, levantó su chocolate caliente y dijo “salud por la felicidad”. 

Angélica Jocelyn comparte “fue para mí tan bonito verla brindar por esta felicidad que estábamos sintiendo y que ella a sus 94 años pudiera sentirla. Eso representa ella, esa capacidad de mirar en positivo y mirar la vida con tanto entusiasmo, fuerza, alegría pese a cualquier situación o contexto”.

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Antonia, abuela de Angélica Jocelyn Soto Espinosa

La bondad de mi abuela Antonia

Los primeros 20 años de su vida, Angélica Jocelyn los vivió en casa de su abuela, quien la cuidaba mientras su mamá salía a trabajar. “Me enseñó muchas cosas desde entonces, éramos compañía. Ella y yo pasábamos mucho tiempo juntas y desde muy chiquita me gustó su fortaleza, ella me educó con mucha fortaleza”, recuerda la periodista.

Mientras limpiaban, cocinaban o comían, las historias de su abuela nunca faltaron. “Ella me narraba lo que había vivido mientras era chiquita, historias de su vida, su visión de la vida. Ella me dijo que si fuera por ella nunca se hubiera casado. Ella no estaba enamorada, quería hacer muchas cosas de su vida, tenía muchos planes como seguir trabajando, aprender otros oficios, pero ya no pudo”, lamenta Angélica Jocelyn.

La periodista le agradece a su abuela todo el apoyo económico que le brindó cuando no tenía dinero para ir a la escuela.

“Siempre se preocupaba por mí y eso me parece muy admirable de ella. Me inspira mucho esta capacidad de sentir amor, de ser muy bondadosa. Mi abuela representa una sabiduría muy grande sobre el camino de las mujeres de mi familia, al contar sus historias me contó también la historia de su abuela, su mamásu tía”, concluye Angélica Jocelyn.

Antonia es una mujer originaria del Estado de México, desde muy chica cuido a sus hermanos menores y a otros niños y niñas. Fue cocinera, trabajadora del hogar, trabajó con el maguey, conoce todo el proceso del pulque. Actualmente se dedica al hogar y es una adulta mayor que intenta vivir su vejez con mucha dignidad.

Antonia siempre repite: “La edad está en la mente y yo me siento joven”. Tan joven que aprendió a ver la vida desde otra perspectiva, disfrutando de su profunda sabiduría y las ganas de vivir que le transmite a su familia.

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Antonia, abuela de Angélica Jocelyn Soto Espinosa

¿Quién te enseñó a amar, abuela?

Daniela Aguilar conserva las palabras de su abuela, esos modismos del bajío que se le fueron pegando con la convivencia. Aunque Constantina no expresaba el afecto a través de las palabras, Daniela aprendió a leer su amor en otros gestos y formas.

Descifró su manera de amar cuando Constantina la descubrió observando sus pericos australianos y sin dudarlo le dijo “llévatelos”. “Me sorprendió mucho ese gesto, cómo podía desprenderse de sus animales con tanta facilidad. Lo hizo porque hoy entiendo que esa es una forma de demostrar cariño, aunque no lo diga”, reflexiona Daniela.

También logró leer su manera de dar amor cuando su abuela buscaba cómo relacionarse con ella pese a las diferencias entre ambas:

Algo que valoro mucho de mi abuela es que, aunque no sabía cómo comunicarme su afecto, me dejó ser y eso no es muy común, porque lo común es que esperan que te amoldes a una idea previa de lo que se espera de ti”, relata Daniela.

Daniela asegura que Constantina era muy distinta a ella. “Mi abuela era una mujer curtida por la vida, a veces podía ser muy estruendosa y yo era una niña muy sensible. Fui una niña de ciudad, ella creció en el campo”, dice. Reflexiona que entre su abuela y ella hay un salto de contexto enorme y cuestiona “¿cómo logramos comunicarnos con estas generaciones de nuestra familia con las que tenemos distancias tan grandes?”.

Comprende que su abuela no sabía cómo mostrar su afecto por el contexto en el que vivió. Cuando Daniela creció, aumentó la curiosidad hacia la historia de su abuela y las ganas de querer entenderla: “¿A qué jugabas con tu mamá?”. Desconcierto, ceño fruncido, voz bajita: “Mi mamá no jugaba con nosotros, era muy despegada”. ¿Quién te enseñó a amar, abuela?”, escribe Daniela en este texto.

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Abuelos de Daniela Aguilar

Constantina con nombre de emperador y una gran fortaleza

“Mi abuela se casó porque no tenía otra opción, ella no quería hacerlo”, dice Daniela, “yo creo que de alguna manera se dio cuenta que en la sociedad en la que estaba iba a estar desprotegida si no elegía ese camino”.

“Dos hombres rondaban su casa y en algún punto se dio cuenta de que, si no escogía a uno pronto, el otro se la llevaría por la fuerza. Así, la siguiente vez que mi abuelo le propuso que se fuera con él, lo hizo. Tuvo ocho hijos y luego muchos nietos”, escribe Daniela.

Daniela recuerda a su abuela como una mujer sumamente fuerte, a quien no le daba miedo enfrentarse a la gente. Un día en San José del Jaral, Guanajuato, pueblo en el que Constantina vivía, una señora se acercó a ella para recomendarle a su hijo. Y, la entonces joven, respondió: “Señora, si algún día yo estoy buscando le aviso, pero ahorita no estoy interesada, gracias”.

Esa anécdota que su abuela le compartió a Daniela hizo que la viera como una mujer “fuerte y sin miedos”, por eso también entiende que “ella realmente no tuvo otras herramientas para elegir casarse o no”. 

“Mi abuela representa los cuidados, trabajo incansable, la provisión, la fortaleza como mujer de seguir a pesar de las circunstancias”, afirma Daniela.

Después de casarse y tener hijos, Constantina y su familia se mudaron a la Ciudad de México, donde ella tuvo que buscar una forma de generar recursos, pues aunque su esposo trabajó toda su vida como obrero, era una persona constante y disciplinada, su salario no alcanzaba para ocho hijos. Aprendió a comerciar con frutas y verduras, les enseñó a sus hijos y después puso una tiendita.

“Mi abuela nació en Guanajuato en un lugar que se llama San José del Jaral. Ella fue una mujer que quedó huérfana muy chica, era la más chica de sus hermanos y vivió muchas carencias. Tuvo que trabajar desde muy pronto para ayudar a su familia”, recuerda Daniela.

“Tú me arropaste, aquí estoy yo”

Antonia, Toñita o Toñis, como le dice su nieta Angeli Vázquez, a sus 87 años no tiene miedo de ser ella misma. Y le ha enseñado a sus nietas la importancia de cuidar de su salud mental.

Durante la pandemia, Antonia se fue a vivir con sus nietas y su hija, pues necesitaba de cuidados. “Por el deterioro cognitivo se le olvidaba tomarse las pastillas. Toma medicamentos psiquiátricos, así que era fundamental que sí o sí se las tomara”, narra Angeli.

Cuando Toñis vivía sola sufría muchas crisis de ansiedad, “de repente nos hablaba que se sentía mal y no podía respirar”, apunta Angeli; para ella, estudiar psicología fue una manera de devolverle a su abuela un poco de los cuidados que le dio cuando era niña. "Aprender técnicas de respiración y para enfrentar las crisis de ansiedad fue muy importante para mí, pues así podía ayudar a Toñis".

“Yo veía que se ponía muy mal y le decía qué hacer, la veía muy frágil. De esa manera yo le pude agradecer este apapacho, este cuidado que ella me brindó en mi infancia, le pude decir “tú me arropaste, aquí estoy yo para ti”, enfatizó entre lágrimas.

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Antonia o Toñis, abuela de Angeli Vázquez

Antonia no tiene miedo de ser ella misma, pese al dolor

Para Angeli, su abuela Toñis significa “la valentía de estar viva. La vi crecer en un mundo tan violento y ella se ha arraigado tanto a la vida y a sus ganas de seguir siendo ella, la admiro mucho. Nunca ha perdido su esencia y siempre ha sido fiel a sí misma”.

Antonia es la menor de sus hermanos. Cuando tenía aproximadamente 28 años la obligaron a casarse. “Ella me cuenta que no se quería casar, de alguna forma ella supo salir adelante. En ese momento se veían violencias hacia las mujeres muy fuertes, más que en la actualidad”, enfatiza Angeli.

Cuando era joven, su abuela quería casarse con una persona, sin embargo, por problemas entre familias, sus hermanos la obligaron a casarse con otra persona “por temas de herencia”, comparte Angeli.

“Mi abuelo fue una persona sumamente machista, violenta. Yo lo recuerdo con mucho amor porque cuando yo nací él quedó ciego, hasta cierto punto lo idealice pero soy muy consciente de que la violentaba”, reconoce la psicóloga.

Angeli recuerda que su abuelo le gritaba constantemente a Antonia por cualquier motivo, le rechazaba la comida, entre otras groserías. “Ver que a pesar de esto vuelve a ser ella, para mí es como este significado de resiliencia, pero también de lealtad a sí misma”, dice. Cuando él falleció, ella sufrió mucho. “Una de mis hermanas se cuestionaba ‘¿cómo lloraba esa pérdida sabiendo todo el daño que le había hecho?’”, recuerda Angeli. 

Aunque transitar por el duelo le costó mucho trabajo, su abuela fue retomando su vida poco a poco. La muerte de su esposo fue un parteaguas en su vida: antes era una mujer autónoma, pero con la ausencia dejó de prepararse comida o tomar sus medicamentos. Por ello, sus nietas e hija la llevaron a vivir con ellas.

Angeli notó que su relación con su abuela cambió cuando comenzaron a vivir juntas. “Empecé a reconocerla como a ella misma, la empecé a cacharla en travesuras, como a esta Toñis Toñis juguetona que a la vez piensa en ser productiva. Piensa que cuando vemos una película estamos haciendo algo malo, obviamente por estas creencias de vida que ella trae”, comparte.

Esta nueva cercanía hizo que Angeli recordara cuando ella y su abuela dedicaban días enteros a coser ropa para sus muñecas, pues Antonia era modista. “Este ha sido mi mayor vínculo con ella, porque desde muy niña ella me enseñó a tejer, bordar y hacer otras cosas”. Siempre recordará el verano en el que Toñis le enseñó a hacer una camisa, en el que la descubrió como una mujer valiente y, más allá de ser su abuela, como una mujer llena de sabiduría.

“Siento que esa experiencia fue muy fuerte para mí porque diario me iba desde la mañana y ella me hacía de comer una sopa aguada con las verduras que se encontraba en el refri. Para mí fue una experiencia que me vinculó mucho a ella y la vi como esta mujer llena de valentía, pero también fortaleza, con mucha sabiduría”, concluyó Angeli entre risas.

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Antonia o Toñis, abuela de Angeli Vázquez

El reencuentro con mi mejor amiga

Margarita y Leticia, las abuelas de Jennifer Cabeza, han sido muy importantes en su vida, en su manera de verla y vivirla. Aunque durante algún tiempo estuvo un poco distanciada de Leticia.

La distancia entre ambas comenzó a manifestarse porque Leticia es una mujer dedicada casi completamente a su matrimonio, algo que causaba un poco de desesperación en Jennifer. “Habíamos tenido una clase de separación muy pequeñita, yo pensaba: ¿por qué sigues ahí (en su matrimonio)?. Después pude ver que es su experiencia y no la mía, que es un contexto completamente diferente al mío”, reconoce la creadora de la cuenta @la_chava_ruca.

Jennifer narra que cuando Leticia se casó, dejó de ver a su familia casi por completo, por eso para ella su abuela significa resiliencia. “Se necesita mucha fuerza para cambiar tan drásticamente y dejar todo lo que amas sólo porque la gente te dice que así tiene que ser”, apunta.

Sin embargo, la distancia creció cuando Jennifer se dio cuenta de que estaba embarazada y decidió interrumpir la gestación. “Mi abuela me estuvo diciendo ‘por favor ten al bebé y nosotros te ayudamos’, pero decidí no hacerlo”, compartió. Durante algunos años, ella percibió que Leticia la trataba diferente después de haber abortado. Pero al platicarlo con su mamá le respondió: “Cero, hemos hablado sobre eso y todo supertranquilo, yo creo que eres tú”.

“Al poder ver que no estaba pasando, me dije ‘wey, no eres el centro de atención, estás perdiendo a tu mejor amiga sólo porque crees que te está juzgando’, aunque yo era la que me estaba juzgando a mí. Decidí soltarlo y, como magia, la siguiente vez que la vi fue como antes, fue como un mensaje claro de que no era ella, era yo”, enfatizó Jennifer.

Jennifer describe a su abuela Leticia como una mujer muy creativa, a quien le gusta escribir y tocar el piano. “Siempre hay mucho arte a su alrededor y muchas historias”, dice. Recuerda que cuando era estudiante, acompañaba a su abuela a tomar clases de literatura y música, después iban a comer. Una actividad que disfrutaba mucho, porque era algo de ellas dos.

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Leticia, abuela de Jennifer Cabeza

Una confidente para Margarita

"Mi abuela Margarita murió el año pasado. Los últimos 15 años de su vida, después de enviudar, subió, bajó, dió clases de catecismo porque era superdedicada a la iglesia. Literalmente murió a las 89 años y una semana antes de morir seguía manejando el carro. Estaba superbién, era superalegre, se reía muchísimo. Era muy cagada, pero a pesar de eso era muy dura. Yo escuché que me dijo te quiero una vez en la vida, igual a mi papá", comparte Jennifer.

Recuerda uno de los fines de semana más bonitos que tuvo con su abuela Margarita. Durante esos días la creadora de contenido se convirtió en una confidente para su abuela, quien le contó secretos que no había compartido ni siquiera con sus hijos.

"Ella vivía muy lejos y la fui a visitar, aproveche el viaje me quedé con ella todo el fin de semana. Sólo me acuerdo que fue hermoso porque estuvimos viendo películas, me enseñó fotos de cuando era joven, me contó secretos, me dijo que nunca se lo había contado a mi papá o mis tías", recuerda Jennifer.

Pese a que una de las cosas que menos le gustaban a Jennifer era que su abuela le hablara sobre la religión, ese fin de semana entre las largas pláticas logró entender "por qué le encantaba tanto la religión y dios". "Yo le contaba algo que me había pasado y ella decía 'eso es como lo que dicen en la biblia' y yo pensaba en la gran memoria que tenía. Fue el último fin de semana completo que estuve con ella y fue muy especial".

Jennifer relaciona a su abuela Margarita con el amor a lo divino, a las risas, pero sobre todo con la cocina. Ahora es ella quien realiza algunas recetas que su abuela le enseñó. "Entre que tenía que cocinar, porque me hice vegana, y entre que murió, dije 'quiero quedarme con algo de mi abuelita', así que empecé a cocinar y a hacer algunas recetas y a decir como 'ah, ella le ponía esto al caldito' o 'ella lo hacía de esta manera'", concluye.

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Margarita, abuela de Jennifer Cabeza

“Siento que nuestra visión y oído se nubla con las personas adultas mayores y los damos como un poco invisibles. Intento escuchar mucho más a las personas adultas mayores porque siento que pueden sentirse rezagadas”, reflexiona Jennifer Cabeza.

Tenemos que apostar por narrativas que dignifiquen la vida de las personas adultas mayores. Por eso cuéntanos ¿cómo recuerdas la historia de tu abuela?