Cada 10 de mayo, México se llena de anuncios de flores, regalos y frases hechas que idealizan a las madres como el corazón del hogar. Pero, ¿qué pasa cuando para miles de madres mexicanas no hay nada que celebrar? Este 10 de mayo, como cada año, las madres buscadoras tomarán las calles nuevamente.
Marcharán porque sus hijas e hijos siguen desaparecidos, porque el Estado les ha fallado una y otra vez. Marcharán porque mientras se promueve una jornada de festejo y consumo, para ellas no hay fiesta posible. Lo que existe es el dolor, la resistencia, la exigencia de justicia. Lo que urge es que se escuche su grito y se atienda su lucha.
Hasta mayo de 2025, la Comisión Nacional de Búsqueda registró 128 mil 550 personas desaparecidas y no localizadas en México. Desde 2011, al menos 27 personas buscadoras han sido asesinadas, de ellas, 15 eran mujeres. La muerte de madres que solo buscan a sus hijos e hijas es la manifestación más cruel de la indiferencia estatal.
Pero la violencia contra las madres en México no termina ahí. Se extiende y se manifiesta en otras formas igualmente brutales como a violencia vicaria, que afecta principalmente a las mujeres, se ha convertido en un método utilizado por el Estado y las autoridades para despojar a las madres de sus derechos. En su caso, no solo les roban a sus hijas o hijos, sino que les arrebatan también la dignidad y en el peor de los casos, la vida.
En el contexto de la maternidad, Lupita, conocida en redes sociales como Lupita TikTok, es un claro ejemplo de la discriminación que enfrentan las madres con discapacidad en México. Como documentamos esta semana, Lupita fue víctima de un juicio capacitista y mediático, donde su capacidad para cuidar a su hija fue puesta en duda debido a su discapacidad. Un caso que pone en evidencia cómo la sociedad, y sobre todo las instituciones, han sido incapaces de garantizar los derechos de las mujeres con discapacidad, especialmente cuando son madres.
Además de esta violencia sistemática, las niñas en México siguen siendo forzadas a la maternidad. En 2024, 7 mil 855 niñas de entre 10 y 14 años fueron obligadas a ser madres, principalmente en los estados de Chiapas, Estado de México, Veracruz y Puebla. En promedio, 500 niñas dieron a luz cada año en estos estados.
Este dato es una clara violación a sus derechos humanos, pues las niñas, en lugar de vivir su infancia, son condenadas a una maternidad impuesta que destruye sus sueños y proyectos de vida.
El 10 de mayo también nos recuerda la situación de las madres migrantes, quienes viven una doble carga de violencia. Por un lado, enfrentan el desarraigo, la discriminación y la violencia de género que persiste en el contexto de la migración. Por otro lado, la precariedad que se vive en las estaciones migratorias. Las madres migrantes no sólo huyen de la violencia en sus países de origen, sino también de la violencia estructural que las obliga a navegar por un sistema que las invisibiliza.
No podemos dejar de recordar, además, a las trabajadoras que son discriminadas por maternar, como el caso de Berenice Álvarez, documentado en La Cadera de Eva. Berenice, quien fue discriminada por maternar, representa la constante violencia que enfrentan las trabajadoras en México, donde la maternidad no sólo es vista como un obstáculo, sino como un castigo.
Este 10 de mayo debe ser un recordatorio de la lucha constante de las mujeres que sostienen este país con su trabajo de cuidado, aunque ese trabajo no sea remunerado ni reconocido.
Celebramos a las madres luchadoras, a las que no se conforman con el silencio como Lorena Gutiérrez, mamá de Fátima, víctima de feminicidio o Margarita Garfías, quien ha emprendido una larga batalla para garantizar el acceso a la salud de Carlos, su hijo y miles de pacientes más en nuestro país.
O a las que nos enseñan que, incluso en la adversidad, la vida sigue siendo una lucha como en el caso de Norma Andrade e Irinea Buendía, quienes cargan en su espalda años de lucha por la justicia de sus hijas, víctimas de feminicidio.
Porque, a pesar de la discriminación, la violencia obstétrica, la criminalización de sus cuerpos y la falta de derechos, las madres mexicanas siguen siendo el motor de este país. Hoy, no celebramos, exigimos. Exigimos que se les escuche, que se les vea, que se les respete.