Desde hace 24 años, cada Día del Amor y la Amistad es de luto para Norma Andrade. El feminicidio de su hija Lilia Alejandra García Andrade, de tan sólo 17 años, es una herida que no ha sanado.
El 14 de febrero de 2001, Lilia salió de su trabajo en una maquiladora de Ciudad Juárez, Chihuahua, pero nunca regresó a su casa. Ese día la joven había compartido paletas de corazón con sus compañeras de trabajo, pero su alegría se convirtió en tragedia cuando desapareció sin dejar rastro.
Una semana después, el 21 de febrero, el cuerpo de Lilia fue localizado su vida en un terreno baldío con signos de tortura y abuso sexual. Su feminicidio dejó en la orfandad a sus dos hijos, Jade de dos años y Caleb de seis meses.
La promesa de Norma Andrade frente al ataúd de su hija de obtener justicia, marcó el inicio de una odisea de más de dos décadas. Lo que comenzó como una búsqueda de respuestas se convirtió en una lucha incansable contra la impunidad.
Tras más de dos décadas de lucha, el caso de Lilia Alejandra García Andrade finalmente llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). Para Norma, esto representa una esperanza para obtener justicia y para que se dicten medidas que obliguen a México a contar con una política real e integral para la atención de los niños y niñas que quedan huérfanos tras los feminicidios.
Esta será la tercera vez que la Corte IDH analiza la responsabilidad de México por el asesinato de mujeres, precedida por los casos Campo Algodonero y Digna Ochoa y Placido.
Se espera que este 26 de marzo, la Corte nuevamente condene al Estado mexicano, dimensionando que los feminicidios son un problema de violencia e impunidad sistémica.
De maestra a defensora de derechos humanos
Norma, quien en ese momento era maestra de primaria, abandonó las aulas para dedicarse a tiempo completo a la búsqueda de justicia. Ha recorrido las calles de Ciudad Juárez y de todo el país, exigiendo respuestas y acción. Sin embargo, los procesos para resolver el feminicidio de Lilia han sido lentos y desgastantes.
"Yo le prometí a Alejandra y a sus hijos, que no voy a descansar hasta que sus agresores estén en la cárcel. Y si se lo prometí a mi hija cuando yo la tenía tendida, es una promesa que yo no voy a fallar", cuenta Norma Andrade en entrevista para La Cadera de Eva.
La rabia y el dolor se transformaron en una fuerza imparable. Norma Andrade se unió a otras madres que compartían su tragedia, comprendiendo que en la unión encontrarían la fuerza para ser escuchadas. Así nació Nuestras Hijas de Regreso a Casa A.C, una organización, impulsada por la burla y la ofensa de un funcionario del sistema de justicia.
"Realmente no es algo que uno analizara, que uno dijera, que uno lo pensara y decidiera, ¿no? La lucha, la misma lucha nos llevó. Yo me di cuenta que yo sola no iba a lograr nada. Entonces necesitaba unirme a otras madres igual que yo que tenían la misma situación, el mismo problema y que exigían lo mismo que yo. Y nos unimos…" (Norma Andrade)
Juntas aprendieron de otras luchadoras veteranas, como Laura Bonaparte de las Madres de Plaza de Mayo y Rosario Ibarra del Comité ¡Eureka!, quienes les enseñaron a documentar los casos, a elaborar fichas informativas y a dirigir oficios.
Norma Andrade se convirtió en mucho más que una madre doliente; se transformó en una activista y, con el tiempo, en una defensora de derechos humanos. Su lucha trascendió el caso de Lilia Alejandra para acompañar a otras madres en la búsqueda de sus hijas desaparecidas, tanto en vida como en muerte, aprendiendo incluso técnicas de rastreo junto al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Impactos emocionales
Más allá del rol de activista, la búsqueda de justicia ha tenido profundos impactos emocionales en la vida de Norma. Tras el feminicidio de su hija, asumió la crianza de sus nietos, Caleb y Jade, experimentando un cambio radical en su vida.
"Yo creo que el primer cambio que hubo en mi vida fue que mi esposo y yo éramos abuelos que apapachábamos, malcriábamos a un par de bebés y de malcriar pasamos a educar", recuerda Norma.
El segundo cambio en la vida de Norma fue la pérdida de su esposo, José, un año y medio después del feminicidio de Lilia Alejandra, debido a la profunda depresión causada por la impotencia ante el crimen de su hija, lo que sumió a la familia en un nuevo dolor.
"Todo lo que él sentía por lo que acaba de pasar de su hija se lo tragó, la impotencia de decir, ‘golpearon, torturaron y violaron a mi hija y yo no la pude defender’, dónde estuve yo como padre para proteger a mi hija’. Todo eso él se lo llevó. Entonces, él generó células cancerosas y finalmente eso lo llevaron a la tumba" (Norma Andrade)
Norma no sólo tuvo que enfrentar la muerte de su esposo, debido a su activismo también fue víctima de dos intentos de asesinato en un lapso de 60 días en 2011 y 2012, lo que la obligó a desplazarse de Ciudad Juárez, marcando un punto de inflexión donde reconoció el profundo impacto psicológico que la violencia había tenido en ella y en sus nietos.
A pesar de todo, Norma Andrade encuentra la fuerza para seguir adelante en sus nietos. "Para atrás ni para agarrar impulso, siempre para adelante", es su lema. Reconoce que se vale caer, llorar y hasta insultar para liberar el dolor, pero jamás rendirse ni callar.
"Jade y Caleb, siempre me han dicho que ellos dependen de mí y no es verdad. Para salir adelante, yo dependo de ellos… Me obligaron a que con depresión encima aprendiera a funcionar. Y me levantaron de la cama. No me permitieron caerme. Y Yo quiero que cuando yo muera, poderles decir a ellos en la cara, "Logré que se detuvieran a los asesinos de tu mamá." Y si no lo logro no lo logro, cuando Dios decida llevarme, poderles decir, "Hice hasta lo imposible por hacerlo" (Norma Andrade)
México feminicida
La lucha de Norma Andrade durante estos 24 años no es solo por justicia para Lilia Alejandra, sino por todas las mujeres víctimas de la violencia feminicida en México y por los niños y niñas que quedan desamparados.
"Cuando pasa lo de mis atentados y yo veo otra situación, o sea dónde estuvo el estado para darnos la atención médica, la atención psicológica y todo lo que ellos perdieron al perder a su madre. Y que no nomás lo pierden ellos, lo pierden todos los niños que han perdido a sus madres aquí en el país. Y que el gobierno no había visualizado el problema,no tienen un censo. Y ahorita ya hay un protocolo, sí. Pero a partir del 2018 ese protocolo, pero no se le dio un presupuesto. Entonces, ¿de qué sirve?" (Norma Andrade)
Y es que a pesar de los avances legales e institucionales para atender la violencia contra las mujeres, la paradoja es escalofriante: las cifras de feminicidio en México, lejos de disminuir, han aumentado.
Norma cuestiona esta realidad, señalando que el caso de Lilia Alejandra ofrece al gobierno una oportunidad para analizar las fallas en sus políticas públicas. De seis mujeres asesinadas en Ciudad Juárez en 2009, la cifra se elevó a 11 en 2025, evidenciando un problema que sigue creciendo y una falla no solo del aparato de justicia, sino de la sociedad en su conjunto.