Montserrat Olmos Lozano y su esposo, Juan Lucero Martínez, actualmente viven en San José Tetla, Puebla, pero durante muchos años fueron migrantes en Estados Unidos y fue ahí, cuando estaba por nacer la primera de sus dos hijas, que Montserrat vivió un momento clave: “Pensé voy a dar a luz, ¿cómo me voy a cuidar? Y desde el principio lo tuve muy claro: pues en casa, con una partera, con yerbas, con mi cuarentena y todo esto”.

Se apoyó en su abuela para que, a pesar de la distancia, le compartiera consejos, recetas y maneras de usar las yerbas. Así retomó una conexión que, años después, daría origen a su proyecto de productos artesanales Semillas Ancestrales, conformado a manera de cooperativa con varias mujeres.

La abuela materna de Montserrat es yerbera, parte de su trabajo consiste en sobar y preparar remedios naturales. Su bisabuela, en cambio, fue partera, aunque ella no se llamaba a sí misma de esta manera. Las tres generaciones de mujeres han adaptado sus conocimientos sobre el cuidado de la vida al contexto en que les ha tocado vivir.

Montserrat Olmos Lozano
Montserrat Olmos Lozano

Montserrat recuerda que cuando era pequeña, debido a la precariedad en la que vivían, las curaciones con yerbas eran la única opción viable. Si alguien enfermaba no tenían los recursos para ir a un hospital o comprar medicamentos. Las yerbas no solo unían a su comunidad, también la sanaban.

“Lo que teníamos, las yerbas, funcionaba muy bien”.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

El auge por lo ancestral

El interés en torno al uso de yerbas y conocimientos ancestrales representó una confrontación para Montserrat, por la manera en que ella había aprendido esos saberes y la nueva forma de transmitirlos en un espacio que no se parecía al lugar donde los había adquirido. 

En su comunidad, Montserrat recuerda que si alguien quería aprender de otra persona tenía que ir a su casa y convivir y participar en las demás labores de la familia: ayudar a cuidar a las niñas y los niños, atender a los animales y llevar comida para compartir.

“La manera en que tú te puedas integrar en la vida comunitaria es la manera en que uno aprende, y así primero ves lo que te interesa aprender y después te invitan a que ayudes a sembrar maíz o a la pizca o a cosechar alguna yerba”.

Los conocimientos se transmiten en lo cotidiano, no son una práctica aislada ni formalizada, sino que forman parte de las actividades que permiten el sostenimiento de la vida en comunidad.

El cacao y las mujeres

Su trabajo en Estados Unidos fue de doula, acompañaba partos, tanto en hospitales como en casa. Cuando iniciaba, su abuela le recomendó dar tablillas de chocolate a las mujeres que recién habían parido, además de otros remedios naturales. El cacao nos da una sensación de confort.

Foto: @semillas.ancestrales (Instagram)
Foto: @semillas.ancestrales (Instagram)

Montserrat identifica que hay momentos en los que le gusta sentarse a tomar una taza de chocolate con alguna compañera y “estamos compartiendo nuestras cosas y empezamos a llorar. El chocolate hace eso, el cacao te abre el corazón y te hace compartir. Tiene un efecto espiritual emocional, pero para lograr eso no es necesario juntarnos en una gran ceremonia inventada”.

Explica que el efecto del cacao ocurre desde el hecho de sentarte con alguien a tomar una taza de chocolate, porque ese momento implica conexión e intimidad.

Cuando le pregunto si ha escuchado sobre la tendencia de hacer “ceremonias del cacao” y si es algo que ella haya visto en su comunidad, se toma unos segundos antes de responder que le parece algo cuestionable: “Nosotros no venimos de una tradición de hacer una ceremonia con cacao, es más como de procesarlo para poder tomarlo”.

Sin embargo, refiere que esta tendencia hacia las medicinas ancestrales -como la ayahuasca y el cacao- se ha dado desde la comercialización y fuera de su contexto original.

“En Tabasco, aquí en México, y en Guatemala es donde todavía tú encuentras comunidades que realmente tienen una tradición de la ceremonia del cacao. Pero para ellos la ceremonia empieza desde la siembra del cacao, o sea, empieza desde que el cacao está en el árbol y que fue sembrado para uso ceremonial”.

Al respecto, Abuelos y Abuelas del Consejo Indígena Ik Naskin Ha (guardianes del cacao), en México, compartieron un comunicado donde piden no se nombre como “ceremonias de cacao” a círculos de reflexión donde se toma cacao, pues, refieren, se trata de una apropiación cultural.

¿Por qué se ha dado un interés por las medicinas ancestrales?

Si te pones a pensar, las últimas generaciones han sido de medicamentos industrializados, de vivir una vida en la ciudad, encerrados, estresados, comenta Montserrat. “No es coincidencia que ahorita todo el mundo esté en su gran despertar, todos estamos buscando algo diferente, buscando salir de la ciudad o buscando tener un pedazo de tierra, buscando las yerbas”.

Actualmente, da talleres en línea sobre herbolaria, en español y en inglés. Y estos inician a partir de la conexión con nuestra historia y nuestro entorno. Montserrat explica que el punto de partida más auténtico y sólido se da a partir de hacernos las siguientes preguntas:

  • ¿Quién eres? 
  • ¿Quiénes son tus antepasados? ¿De dónde vienes? 
  • ¿Cuáles son tus territorios originales? ¿De dónde viene tu gente? 

En ese proceso de reflexión “te vas a encontrar con que hay plantas que a lo mejor ya se usaban en tu familia, que a lo mejor ya conoces, aunque sea una sola, o hay plantas que si tú regresas a tu tierra natal ahí están creciendo”. 

“Lo más sencillo y lo más honesto que uno puede hacer es conocer quiénes son mis plantas ancestras”, menciona Montserrat Olmos Lozano.

Las plantas ancestras son las que siempre han estado en la familia, “que a lo mejor una bisabuela las usaba mucho”. A veces la conexión con ciertas plantas se pierde por una o dos generaciones, pero en cualquier momento se puede retomar. “Yo me daba cuenta que cuando tú vas con la señoras, con las abuelitas, ellas no usan muchas plantas, se conocen unas cuantas y una sola la usan para muchas cosas”.

Flor de manzanilla. Foto: Cuartoscuro
Flor de manzanilla. Foto: Cuartoscuro

¿Cómo empezar a conectar con nuestras plantas ancestras?

Monsterrat propone que consigamos semillas de una o varias plantas ancestras y las sembremos para poder ver cómo crecen y luego cosecharlas y procesarlas para diferentes tipos de remedios. Esto incluso se puede hacer en una maceta pequeña junto a una ventana.

“Las plantas son como gente, si tú y yo empezamos a ser amigas, tenemos que conocernos, yo quiero saber tu historia. Tú quieres saber mi historia, qué opinas de esto, qué opinas de lo otro, qué te gusta, qué no te gusta. Es lo mismo con las plantas, ellas te van diciendo qué les gusta y dónde se sienten mejor”.

Además, podemos poner atención a nuestro entorno y ver qué plantas crecen afuera de nuestras casas. “Si tú ves que alrededor de tu casa hay puro diente de león, o hay pura higuerilla, yo pensaría ¿qué me está tratando de decir o como para qué la necesito?, y por eso me rodea por todos lados”.

Higuerilla. Foto: Laboratorio de plantas vasculares de la UNAM
Higuerilla. Foto: Laboratorio de plantas vasculares de la UNAM

Montserrat propone un reto que podemos plantear para 2024: el propósito de conocer una planta por mes; así, al final del próximo año habremos conocido 12 plantas nuevas.

Para conocer más sobre sus talleres, puedes encontrarla en redes sociales como @mujer_dela_tierra. Para conocer más sobre su cooperativa, te recomendamos leer: 5 emprendimientos de mujeres rurales que benefician a sus comunidades.