“No, a mí no me da miedo quedarme sola, bueno, no sola porque una siempre se tiene a una misma, ¿no?” , doña Cecilia tiene 56 años, vive en Ixtapaluca, Estado de México y si hay algo que le guste más que revisar el catálogo de Netflix y pedirse una pizza con “una chela” (como ella dice) es celebrar la Navidad en cama acompañada de su perrita. 

La noche de la entrevista, doña Cecilia está ocupada con una noche de autocuidado, se ha pedido una pasta a la boloñesa, su cerveza y su película espera por ella. Tras 33 años trabajando como maestra de preescolar, se ha jubilado y comparte su hogar con Kia, la perrita mestiza y sus gallinas. 

La Navidad en pandemia la vivió sola, pero antes, la historia ya se había repetido y en la Navidad del 2019 se encontró a sí misma lejos de su familia (hermanos que viven en otra entidad del Edomex), siendo aquel año, uno de los parteaguas más importantes de su vida, para ella, haber pasado por primera vez la Navidad sola podría parecer un tanto deprimente, pero la noche resultó en algo que ella define como “lo más fabuloso”. 

Cuando se preparaba para salir de casa, notó que había oscurecido demasiado pronto y aunque ya estaba lista para reunirse con sus hermanos, doña Cecilia prefirió cerrar la puerta, cancelar su invitación, ponerse ropa cómoda y entrar a la cocina para prepararse el ponche justo como a ella le gusta; lo que más disfrutó es que no era ponche para otros, era sólo para ella. Preparó un guiso, cenó, bebió su ponche, le puso una bufanda a Kia para evitar que sintiera estrés por el ruido de los fuegos artificiales y se desveló viendo películas. 

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¿Y qué más hizo, doña Ceci?: “Uy, esa noche recuerdo que también me levanté y bailé solita con la música que a mí me gusta, me sentí fabulosa y la emoción fue incomparable”, comparte en entrevista. 

Dentro de la conversación, doña Ceci aborda un tema importante y es normalizar cuando no deseamos estar cerca de nuestra familia, pero eso sí,  esto no quiere decir que no les queramos, interrumpe la maestra antes de continuar. Para ella, muchas veces nuestra familia nos lastima de forma no intencionada o coloca mucha presión en estas temporadas navideñas. 

“También te trae mucha paz sin que nadie te diga: Ay, ¿ya viste a fulanita? o ¿ya viste qué hizo fulanita?, esa clase de comentarios que ya sabemos que se hacen normalmente en la familia. Hay que reconocer nuestras diferencias, es normal que algunas personas de la familia te caigan bien y otras no tanto, reconocerlo también está bien”, dice entre risas doña Ceci.

La preocupación de la cena, de aprender a soltar y un consejo

Marinar el pavo, comprar la piñata, comprar a tiempo la carne, buscar la receta del mejor postre en internet, limpiar los baños, dejar lista la decoración, comprar los regalos del intercambio de toda la familia, apartar con días de antelación la pierna, avisarle al carnicero sobre el ahumado de la carne y recogerla a tiempo… esta Navidad -y como siempre- huele no sólo a ponche, sino también, a cuidados pasivos. La preocupación de hacer la mejor cena y los mandatos de género sobre lograr una Navidad inolvidable, cae en los hombros de las mujeres de la familia. 

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Tanto así, que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 8 de cada 10 mujeres sienten un aumento considerable de estrés durante esta temporada; su trabajo y su desgaste emocional dura todo diciembre y principios del mes de enero. 

La mamá de Doña Ceci falleció y por consiguiente, la “batuta de la organización navideña” ha pasado a sus manos y la de su hermana, o al menos, eso es lo que socialmente hemos aprendido, pero para Doña Ceci -que se ha rebelado ya contra los mandatos navideños de género- no hay nada escrito: “Yo decidí que no quiero ser así”. 

Doña Ceci ha soltado la idea de angustiarse por la cena, ella explica que prefiere comprar y evitar el agotamiento mental, el dinero del pasaje, las largas filas y el consumismo navideño. 

Este año, Doña Ceci pensaba pasar las fechas en su casa pero explica que un imprevisto surgió en casa y viajará para ver a su pequeña familia; su padre, al quedar en viudez, le ha dicho que se siente solo. 

“Somos sólo 3 hermanos y mi papá, quien nos ha dicho que se siente solo. Él no aprendió a vivir solo, es difícil porque él como hombre es dependiente, necesita que se esté con él… no aprendió a cuidarse”, explica en entrevista

¿Y el próximo año?: ¡Ah, sí, con gusto la próxima Navidad la paso sola!, responde entusiasta. 

Al preguntarle sobre la posible nostalgia navideña y la soledad, doña Ceci replica que por eso ella ha aprendido a cuidarse y ser independiente, sale siempre que lo desea, anda de un lado a otro, pide sus cervezas favoritas y baila huapangos con Kia. En sus palabras: “yo hago y deshago como quiero”.

El último consejo antes de cerrar la entrevista lo da a todas las personas lectoras, compartiendo que aunque en estas fechas pueda sentirse la angustia de un año más que pasa y algunas tristezas vuelvan, también podemos optar por la soledad e incluso aprender quererla, si eso nos hace sentir mejor, pues es un elemento crucial y necesario en la vida de todas las personas. Y si hay algo que resulte abrumador en este cierre de año, queda seguir su consejo de vida: “Recordar que todo va a pasar y estará bien”.

“Pasar sola la Navidad es pasarla de una manera consciente, estos momentos sirven para conocerse mejor porque te permiten reflexionar sobre lo que viviste, a mí me dejó pensando: sí pude y lo volveré a pasar. No hay que temerle a la soledad, aunque eso sí, sé que en esta temporada sí se siente un poco esta sensación de que ya va un año más, pero hay que repetirse: todo pasa, todo estará bien y voy a poder.”

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