¿Cuánto cuesta cocinar la cena de Navidad? ¿Qué valor tiene el tiempo dedicado a atender a todas las visitas? ¿Cómo se puede compensar el trabajo de limpieza una vez que todos se han ido a esperar a Santa Claus? Estas preguntas no aparecen en ninguna postal decembrina, tampoco en los anuncios publicitarios y menos en la conversación de sobremesa. Suenan Scrooge, ya sé. ¡Pero sigo para explicarme!
Hace unos días, una amiga me contaba cómo al morir su abuela —la anfitriona durante décadas—y su mamá, quien por supuesto heredó la responsabilidad, llegó “su turno”. Los primeros tres años hasta entusiasmo sintió, pero hoy, aunque le encantan los festejos de temporada, hasta sueña con el menú y siempre tiene miedo de que algo le salga mal.
Ella es solo una de quienes integran el 80% de mujeres que, según la Organización Mundial de la Salud, percibe un aumento en los niveles de estrés durante las festividades. Este estrés puede deberse a una variedad de factores, principalmente la presión social para lograr la perfección en la organización de eventos, decoración y regalos, así como la responsabilidad adicional de cuidar y atender a familia y amistades. Los roles y mandatos de género sí que vienen con envoltura especial en estas fechas.
Otro dato para ilustrar el aumento de carga sobre las mujeres con el paso de los años: actualmente 40% de la población económicamente activa son mujeres, mientras que hace 50 años era solo el 18%. Armar la cena de Navidad no es lo mismo hoy y mucho menos si se analiza a la luz de todos los impactos que la pandemia nos dejó a nivel de salud mental. Muchas personas aún no están listas.
No sugiero suspender la cena o los festejos, de hecho soy una entusiasta de esta temporada y me encanta el espíritu navideño, pero sí quiero traer a la mesa algo más que pavo y romeritos: la reflexión sobre todo el trabajo de cuidado que implica esta velada especial. No para acabar con la tradición, sino para resignificarla a través de la división de tareas y la consideración. Empieza por algo tan simple como preguntarle a la anfitriona —a anfitrión, que sí los hay— cómo se siente, qué necesita o si este de nuevo año quiere recibir a todo mundo en casa.
¡Felices y feministas fiestas navideñas!