Los primeros 100 días del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo dejan preguntas que aún siguen sin respuesta, entre ellas una que nos hacemos desde que la primera presidenta mexicana llegó a la silla presidencial. ¿En verdad llegamos todas?
En el informe de sus primeros 100 días, la presidenta destacó avances en programas sociales, seguridad, infraestructura y desarrollo económico, enmarcados en un discurso de “humanismo mexicano”. Sin embargo, fuera del papel, las políticas públicas revelan un panorama donde muchas voces siguen sin ser escuchadas y muchas vidas permanecen al margen de la transformación prometida.
A pesar de los avances que la presidenta destacó en su informe en los primeros días de su sexenio, la realidad sigue mostrando que las promesas de igualdad sustantiva no han alcanzado a todas las mujeres.
La creación de la Secretaría de las Mujeres es un paso que abrió la posibilidad de atender la deuda histórica en la igualdad sustantiva, sin embargo, enfrenta grandes retos. ¿Cómo garantizar que esta nueva institución no sea solo un símbolo, sino una herramienta efectiva para transformar las vidas de las mujeres, especialmente de aquellas que han sido invisibilizadas?
La realidad es cruda. Tras la desaparición del Instituto Nacional de Mujeres (Inmujeres), más de 100 trabajadoras de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim) denunciaron esta semana haber sido despedidas de manera arbitraria, quedando en un limbo laboral que refleja la falta de respeto hacia los derechos laborales de las mujeres.
Mientras tanto, la Red Nacional de Refugios enfrenta recortes presupuestales que ponen en riesgo la seguridad de miles de mujeres y sus familias. Y, por si fuera poco, las propuestas legislativas relativas a igualdad sustantiva son cuestionadas por organizaciones y expertas, quienes señalan que eliminan especificidades cruciales para la protección de las mujeres.
En este contexto, resulta inevitable preguntarnos nuevamente si verdaderamente “llegamos todas”. Aún no vemos en la agenda pública las voces, necesidades y derechos de las mujeres migrantes, invisibilizadas y precarizadas en un país que las utiliza como fuerza laboral, pero les niega derechos fundamentales.
Tampoco están las mujeres con discapacidad, cuyas denuncias de violencia y esterilizaciones forzadas, como revelamos esta semana en una investigación especial de La Cadera de Eva, han sido ignoradas en un sistema que las infantiliza y las margina.
En un país que ya alcanza los once asesinatos diarios de mujeres, las mujeres trans se enfrentan también a una realidad aterradora. Natalia Lane, activista y sobreviviente de un intento de transfeminicidio, alzó la voz esta semana para denunciar la impunidad en los casos de transfeminicidio y la falta de políticas que garanticen su seguridad. Su intervención, aunque incómoda para las autoridades, es un recordatorio urgente de que el acceso a la justicia sigue siendo un privilegio para unas pocas.
La deuda es aún más dolorosa cuando recordamos a Lorenza Cano, buscadora y defensora de derechos humanos, desaparecida hace un año en Guanajuato. Su caso, como tantos otros, permanece en la impunidad, dejando a su familia y al colectivo que lideraba en una lucha solitaria por verdad y justicia.
Un panorama triste para quienes se dedican a buscar a sus familiares. Desde 2011, al menos 22 personas dedicadas a la búsqueda de desaparecidos han sido asesinadas en México, 12 mujeres y 10 hombres, según un diagnóstico de seguridad del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MNDM).
¿Cómo hablar de “humanismo mexicano” cuando las vidas de tantas mujeres siguen siendo descartadas? La verdadera transformación debe garantizar que todas estemos incluidas, que todas seamos vistas y que todas tengamos acceso a una vida libre de violencia.
La deuda con las mujeres no puede seguir sin reparación.