La Asociación Mundial para la Salud Sexual o WAS por sus siglas en inglés, estableció en el año 2010 que el 4 de septiembre sería considerado el “Día Mundial de la Salud Sexual y Reproductiva”, con la finalidad de sensibilizar a los gobiernos y poblaciones sobre la importancia y el impacto de dichos temas en el desarrollo de las personas, ya que no sólo tiene que ver con su identidad, orientación sexual, erotismo, placer y reproducción, sino también “la sexualidad está influenciada por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, legales, históricos, religiosos y espirituales”, así como con las relaciones de poder

Esta conmemoración anual se fundamenta en los derechos humanos universales, reconocidos en los diferentes marcos jurídicos nacionales e internacionales, así como en sustentos científicos sobre su impacto, lo cual obliga a los países a respetar, proteger y garantizar el ejercicio de dichos derechos, a fin de lograr el bienestar de su población, principalmente las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres. Es así, que cada año se tiene un lema diferente en torno a la salud sexual y reproductiva, el cual enfatiza y promueve iniciativas encaminadas a resolver y visibilizar los temas más urgentes de dicha agenda.

Este 2023, el lema es “¡Consentimiento!”, lo cual enmarca que en toda interacción sexual habrá que basarse en el acuerdo mutuo y el respeto; pero no sólo se refiere al ámbito meramente sexual, sino también a los vínculos de interacción cotidiana con otras, otros, otres, en donde se pueden tomar o compartir fotografías eróticas, tocar cualquier parte del cuerpo, abrazar, besar, compartir la comida, entre otros. 

Si bien, el término del consentimiento se ha venido planteando en diversos movimientos referentes a la violencia sexual, como el ¡no es no!, los tendederos universitarios y dentro de los protocolos de acoso y hostigamiento sexual institucionales y escolares, no termina de quedar del todo claro, debido a los roles y estereotipos de género que prevalecen en nuestra sociedad.

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Históricamente, estos roles y estereotipos de género han validado una subordinación naturalizada de las mujeres con respecto a los hombres, donde el sistema social y cultural patriarcal avala hacer menos y cosificar a las mujeres en los casos de acoso, violación, trata y explotación sexual; cuando siguen habiendo matrimonios infantiles, cuando se sanciona que los libros de texto hablen de estos temas con las niñas y los niños, sin entender que la sexualidad forma parte del inicio y transcurso de la vida; y dicha información y conocimiento puede apoyar a disminuir la violencia sexual infantil, entre otros beneficios más de salud mental.

Estas y muchas más violencias enmarcadas en la salud sexual y reproductiva han sido la antesala del ejercicio de los siete tipos de violencias consideradas en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), de las cuales, tres de ellas se refieren a la violencia sexual, violencia contra los derechos reproductivos y la violencia obstétrica.

De ahí, la importancia que, en el Día Mundial de la Salud Sexual y Reproductiva, se enfatice el “¡Consentimiento!” como una herramienta jurídica y cotidiana que visibilice dichas problemáticas y se sume a otras acciones encaminadas a aminorar todas estas vejaciones a los derechos humanos de las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres.

Finalmente, y por fortuna, el pasado 6 de septiembre se ha dado un gran paso a nivel nacional con la despenalización del aborto a nivel federal, con lo cual se garantiza el derecho a decidir de las mujeres. 

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