Hoy día, el tema de la discriminación y los discursos de odio están a la orden del día, lo podemos ver en todas las redes sociales, los streaming, y en la publicidad, porque aunque también existen en los espacios públicos y físicos, la sociedad pasa actualmente más tiempo pegada a una pantalla y al internet, que poco puede observarlos en las calles y otros lugares.

Pero lo sorprendente es que por discriminación, la reducción se enfoque únicamente en comunidad LGBTIQ, cuando en realidad sucede en muchos más ámbitos, grupos y variables. Uno de ellos es la edad y la vejez. Lo cual es meramente estúpido porque cómo una persona podría hacer chistes sobre otra persona grande, o un cuerpo en camino a la vejez, y denostarles por su apariencia o ideas, si como dijo la gran Simone de Beauvoir: Cada miembro de la sociedad debería saber que su porvenir está comprometido

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O en otras palabras, como decían las abuelitas, por si no lo han escuchado nunca, pues sepa si platican con sus abuelas o personas mayores en los espacios: Como me ves, te verás… Y aquí no importan ni tu género, ni tu sexo, ni tu color de piel, ni tu nivel de estudios, ni de qué ciudad eres, o cómo te apellides, el código postal donde vivas, ni tu orientación sexual, ni tu identidad, ni si eres trans o cis, ni la música que escuches, ni qué series veas, ni nada, ni qué empleo tengas o cuánto ganes, ni quiénes sean tus parejas. Aquí no importa nada. Vas a crecer, vas a envejecer, vas a cambiar de cabello, de piel, de cuerpo, de mente. Te vas hacer viejo, vieja, vieje… Un día.

Pero parece que no lo entienden. Algo tan básico, tan natural, no lo entienden. Hay una negación rotunda. O una ceguera increíble. Todos los días los comentarios de un montón de personas a nuestro alrededor, sobre las personas más grandes, van de soltar cosas relacionadas a enfermedad que imaginan, sólo por mirarles en foto o video, sobre ridiculez por lo que dicen o hacen porque “mira qué viejo, vieja es”, sobre chistes por cómo se ven, o el criticar sin escrúpulos y sin conciencia, sus caras, sus cabellos, su cuerpo, el semblante.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Más aún, cuando hacen comentarios “simples”, llamándoles “generación de cemento”, “boomers”,  “cállese tío, cállese señora”, “viejo miado, vieja cagada”… Están aunque no lo acepten, denostando y discriminando a una persona haga lo que haga o diga lo que diga, por una cuestión de edad, y un profundo desprecio que tienen sobre la vejez; factores y comportamientos que han aprendido consumiendo etiquetas capitalistas de vida fit, de remedios mágicos de la cosmetología, de filtros irreales en aplicaciones y redes sociales, de discursos “relajados” y “divertidos” en grupos de jóvenes donde socializan. De consumir y socializar pues: Puras ficciones.

La frase típica de: Todo por servir se acaba, tan normalizada, va de un profundo objetivizante sobre la edad y la vejez. Como si las personas no fueran, valga la redundancia, personas, y fueran un artículo o cosa. Y en relación a la vida sexual, ni te cuento, la cantidad de chistes, y hoy día memes, que se hacen. Como si un cuerpo sólo sirviera para “servir”, o para coger.

Estamos como colectivo social, hecho una basura insensible e irresponsable para con la población adulta mayor, y la vejez. Y hay que decirlo con todas sus letras y llamarlo tal cual. En pandemia el mayor número de muertes lo tuvieron las personas mayores, y todo mundo decía que era normal porque eran grandes, cuando un suceso de desastre natural, nunca tiene paradójicamente un origen natural sino social.

Los adultos mayores murieron porque eran ya el grupo de la sociedad al que menos atención e importancia se les tenía desde antes de la pandemia, y después de la pandemia. Lo natural se va encima de lo ya vulnerable siempre. Esta es una lección que deberían memorizar, sobre todo quienes se creen tan inteligentes ahora, “en sus años maravillosos”.

Hay una romantización idiota de los abuelos o personas grandes, como si fueran un montón de recuerdos viejos e historias pasadas y aburridas, o sobre gente viejita y feliz que ya no tiene nada más de qué ocuparse o preocuparse, porque “ya vivió lo suyo” y sólo espera su muerte, y esperamos también como ese colectivo basura insensible e irresponsable, sus muertes.

Cuando en realidad lo que las personas mayores, adultas y en vejez son un grupo de la sociedad despojados de sus derechos humanos que, como ya no están en la cadena de la producción económica, ahora sólo generan gastos y hasta estorban. Lo sabe indolentemente el Estado, y se apoya en el colectivo social que lo sostiene. Los deshumaniza el capitalismo, y lo refuerzan todos los que día a día creen que es divertido hacer chistes, comentarios, y “análisis” sobre la edad y la vejez de las personas, y sus apariencias de grandes.

Foto: Cuartoscuro
Foto: Cuartoscuro

Simone de Beauvoir desde los setenta, en aras del neoliberalismo mundial incipiente, lo sabía y lo dijo: Ser viejo y ser pobre, es un pleonasmo. Porque al no participar de la producción económica, queda igual que un niño, que no produce. Y se les despoja de autonomía, de agencia, y son un desgano de cuidados, y estorbos, para las sociedades y las familias. A los niños tampoco se les reconoce capacidad de agencia sexual, como a los “ancianos”. Y no hablo de sexo, o de actividad sexual, hablo de cuerpos, de sus cuerpos y su sexualidad. A los niños también se les romantiza idiotamente como ese grupo “que no sabe nada” y que sólo juega, grita, corre, y salta.

El viejo y el niño, es puesto en el mismo saco de lo que depende de alguien más. Y eso es despojo, un despojo indolente sobre la vida, sobre las ideas, la corporalidad, y los derechos humanos.

Como me ves, te verás… Todos vamos para viejos. Tú también vas a llegar ahí. Y no es una cadena irrompible, es un aprendizaje cruel e inhumano, en los procesos de socialización tan cíclicos y reproducidos, que deberíamos empezar por reflexionar, por acuerpar, por defender, por incluir en la vida cotidiana, y principalmente por ir cambiando.