Este 20 de enero, Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos por segunda vez, convirtiéndose en el presidente número 47 del país. Su triunfo en las elecciones presidenciales de 2024 ha generado un gran debate, ya que a pesar de las múltiples acusaciones y juicios por abuso sexual, logró ser reelegido.

La victoria de Trump ha intensificado los temores sobre los retrocesos en derechos fundamentales para las mujeres y personas de género disidente. Los discursos misóginos y sexistas han sido una constante en su campaña y gobierno, lo que ha generado un clima de hostilidad y discriminación hacia las mujeres y las personas LGBTQ+.

En un contexto de creciente polarización política, te explicamos las implicaciones que tendrá para las mujeres y personas de la diversidad sexual el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos

Your body, my choice

El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha desencadenado una ola de conservadurismo entre las personas  jóvenes estadounidenses que amenaza con erosionar los derechos de las mujeres

Aunque los votantes hombres no fueron la clave para su triunfo en las recientes elecciones presidenciales, su victoria ha exacerbado un comportamiento que durante mucho tiempo se mantuvo en las sombras: la misoginia sin pudor y abiertamente orgullosa.

Un ejemplo claro de esto es el hashtag #YourBodyMyChoice (tu cuerpo, mi decisión), que se convirtió en tendencia después de que Nick Fuentes, un nacionalista blanco de 26 años, pronunciara esta frase en un video que celebraba la victoria presidencial de Trump. Y es que las restricciones reproductivas como limitar el acceso al aborto y la anticoncepción, fueron un tema clave en la agenda del republicano durante su campaña presidencial. 

Trump y sus aliados republicanos han utilizado el aborto como un estandarte político para atraer a votantes conservadores, lo que ha generado un efecto dominó que ha intensificado la presión en los estados para promover políticas restrictivas. Esto ha generado una gran preocupación entre las mujeres y las organizaciones de derechos reproductivos, que ven en estas medidas una amenaza a su autonomía y libertad.

Actualmente, al menos 13 estados prohíben el aborto completamente, incluso en casos de violación o incesto, según datos del Instituto Guttmacher. Esta ofensiva legislativa tiene un impacto desproporcionado en mujeres de comunidades racializadas, migrantes y de bajos recursos, quienes enfrentan mayores barreras para acceder a servicios médicos. 

Un estudio llamado “The Turnaway Study” elaborado por Diana Greene Foster demostró que las personas a las que se les niega un aborto enfrentan mayores tasas de pobreza, desempleo y violencia doméstica, así como un deterioro significativo en su salud mental.

Ante la victoria en las elecciones presidenciales de Donald Trump, quien en su mandato anterior designó a tres magistrados conservadores en la Corte Suprema, lo que llevó a la derogación del fallo Roe vs. Wade, organizaciones como Planned Parenthood ven una situación más crítica para las mujeres, especialmente las latinas, que podrían enfrentar una maternidad forzada o riesgos para su salud y vida y el acceso al aborto se vería aún más limitado, exacerbando la crisis en la salud reproductiva.

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Violencia simbólica contra la comunidad LGBTQ+

Desde su primer mandato, Donald Trump ha demostrado su postura al eliminar protecciones para estudiantes trans en las escuelas y prohibirles servir en el ejército. Estas acciones han desencadenado una serie de leyes restrictivas que limitan la participación de las personas trans en actividades sociales y educativas.

Un ejemplo reciente es la ley de Tennessee que prohíbe la atención de afirmación de género para menores trans, lo que impide que los médicos prescriban medicamentos que retrasan la pubertad, proporcionen terapia hormonal o realicen cirugías. 

El problema con este debate es que los argumentos empleados para limitar el acceso de menores trans a tratamientos de afirmación de género podrían utilizarse posteriormente para endurecer más los procesos de transición en edades avanzadas, afectando a toda la comunidad trans.

Entre 2018 y 2022, se promulgaron más de 48 leyes anti-trans en 19 estados, lo que ha generado un aumento del 72% en los intentos de suicidio entre jóvenes trans y no binarios, según un informe de la organización The Trevor Project. 

Es importante destacar que estas leyes no solo afectan a las personas trans, sino que también tienen un impacto en la sociedad en general. La discriminación y la exclusión pueden tener consecuencias graves para la salud mental y física de las personas trans.

En este sentido, es alentador ver que algunos estados están tomando medidas para proteger y apoyar a las personas trans, como California, que aprobó una ley para proteger a las personas que reciben o brindan servicios de afirmación de género. 

Más allá del discurso 

El impacto de las políticas de Trump se extiende más allá de las restricciones legales, ya que también se refuerza a través del discurso público, que juega un papel crucial en la legitimación de la discriminación

Durante su investidura como presidente de los Estados Unidos Donald Trump adelantó que buscará restaurar la justicia equitativa bajo el estado de derecho constitucional, para traer ley y orden a todas las ciudades. Además, esta semana concluirá con la política gubernamental de colocar género y raza en todos los aspectos de la vida pública. 

“Forjaremos una sociedad que realmente no pueda haber todas estos colores y que se base en los méritos. Por tanto, esta será la política del gobierno estadounidense, que sólo haya dos géneros: femenino y masculino” (Donald Trump, presidente de Estados Unidos.)

Esta declaración de Trump sobre restaurar la justicia equitativa y traer ley y orden a todas las ciudades suena como un llamado a la unidad, pero en realidad, esconde una agenda que busca reforzar la exclusión y la discriminación.

La política gubernamental de colocar género y raza en todos los aspectos de la vida pública es un ejemplo claro de esto. La idea de que solo hay dos géneros, femenino y masculino, es una visión limitada y excluyente que ignora la diversidad de identidades de género que existen. 

Este tipo de discurso no es solo dañino para las comunidades marginadas, sino que también tiene un impacto negativo en la sociedad en general. La normalización de la discriminación y la exclusión puede llevar a una sociedad más dividida y menos justa.