La defensa del territorio es una respuesta a intervenciones que han ignorado la historia y las maneras de vivir de las comunidades indígenas y pueblos originarios. Ahí donde la expansión de actividades extractivas y la violencia amenazan con destruir todo, la lucha de las mujeres, la tierra y el territorio es sumamente importante, porque el territorio también es cuerpo, y el cuerpo territorio.
Cuando una mujer de un pueblo originario o comunidad indígena decide defender el territorio, está defendiendo su casa, su tierra, medio ambiente y a sí misma. Son ellas las cuidadoras ancestrales de esos espacios las que mantienen viva su historia y memoria pues los territorios ancestrales no solo representan recursos naturales, también representan identidad, cultura y lazos comunitarios de las personas que los habitan.
"El cuerpo como territorio, como el primer territorio de defensa, se coloca relevante en la concepción comunitaria, en donde la defensa de la tierra y del territorio es un motor de vida y del accionar colectivo. El cuerpo de las mujeres como el primer territorio de defensa, marca para las ellas la posibilidad de decidir, primero sobre su cuerpo, y luego sobre todo lo demás que las rodea; cuerpo – territorio - comunidad", señala al respecto Agnieszka Raczynska del Fondo Noruego de Derechos Humanos (FNDH) en México.
La defensa del territorio es una respuesta a intervenciones que históricamente han ignorado la historia y las maneras de vivir de estas comunidades. Además, en el caso de las mujeres defensoras, también se trata del cuestionamiento a las estructuras de poder basadas en privilegios de clase y en discriminación de género.
El reciente feminicidio de Aronia Arvizu, gobernadora tradicional de los Cucapá, en la comunidad de pozas de Arvizu, en San Luis Río Colorado, Sonora, pone en foco las violencias a las que están expuestas las mujeres defensoras del territorio que no sólo tienen que ver con el género sino también con su rol de liderazgo.
En entrevista para La Cadera de Eva, Andrés Pacheco, subdirector de derechos humanos de Amnistía Internacional México explicó que casos como el de Aronia se pueden entender bajo el triángulo de la violencia de Johan Dalton que señala que existen 3 tipos de violencia:
- Violencia directa: es la que vemos, puede ser un golpe, disparo o asesinato
- Violencia cultural: habla sobre las creencias que tenemos como sociedad y desde las cuales articulamos modelos de opresión o de liberación
- Violencia estructural: aquella que se sostiene por el entramado jurídico y las estructuras institucionales del Estado
En ese sentido, Andrés Pacheco ve cómo la violencia contra líderes de pueblos originarios y comunidades indígenas en diferentes estados del país se manifiesta también desde una violencia de género que impacta su rol en la defensa del territorio.
"Es muy importante impulsar la visibilización de las mujeres que están ocupando el poder, de quienes tienen ideas innovadoras, de quienes están haciendo servicios de cuidado, no sólo en el ámbito de doméstico que es donde se ha relegado a las mujeres, sino también como actoras políticas, como defensoras de derechos humanos y en otros espacios donde son ellas las que están poniendo la voz, las que están poniendo el cuerpo, las que están poniendo la agenda en el ámbito público".
Voces silenciadas por la violencia
Aunque las mujeres están avanzando en la toma de diferentes sitios, a la par vemos cómo también se agravan las violencias en espacios y estructuras masculinas para oprimir y reprimir esos avances y callar las voces que no han sido representadas, pues en algunos pueblos originarios y comunidades indígenas, la desigualdad y la violencia son todavía la realidad de muchas mujeres pues no tienen derecho a participar de manera abierta en asambleas, asumir cargos comunitarios e incluso ser propietarias de la tierra, como se documenta en el artículo: Guardianas de la tierra, pero no dueñas: la feminización agrícola.
Esto, a pesar de que en muchos casos son ellas quienes inician la defensa del territorio y medio ambiente. Basta voltear a ver los núcleos familiares donde hay una carga de actividades de cuidado y a nivel familiar pata entender que existe una estructura patriarcal que obliga a las mujeres a quedarse en casa y no poder tener el tiempo suficiente para participar en estos procesos políticos, y si lo hacen hay denostación hacia ellas por “descuidar” el hogar.
Berenice Sánchez, indígena náhuatl y representante de una demanda contra el proyecto de desarrollo inmobiliario “Bosques del paraíso”, de la empresa Merket en la comunidad de San Franciso Magú, en Nicolás Romero, Estado de México, cuenta a La Cadera de Eva que, al ser una de las personas más visibles en torno a la resistencia contra el megaproyecto comenzó a ser víctima de campañas de desprestigio por parte del sacerdote de la comunidad, que utilizaba las misas comunitarias para calificarla como “revoltosa” por defender el territorio.
"Si una mujer tiene una voz fuerte, si está participando activamente en los procesos de toma de decisiones, el primer ataque que va a sufrir es el desprestigio de su liderazgo, se va a decir: “No debería de estar aquí, debería de estar en su casa”, "¿dónde está su papá, su marido o el sacerdote para que la controle?". Parece que siguiera existiendo la Edad Media en la que hay que llevar a las mujeres a la horca, porque estamos pensando, actuando, saliendo de nuestras casas y eso es un atrevimiento del que no deberíamos de ser capaces".
Berenice también es integrante de Alianza por la Libre Determinación y la Autonomía (ALDEA), que integra a diversas organizaciones pertenecientes a pueblos originarios y comunidades indígenas de todo el país, esto le ha permitido conocer los diferentes contextos de las mujeres defensoras del territorio y ha identificado que en el contexto político de defensa del territorio y la autonomía, los gobiernos y empresas utilizan la división comunitaria como estrategia para desprestigiar los liderazgos, más aún cuando se trata de mujeres, esto sumado a las violencias machistas que sufre inhibe la participación femenina en la toma decisiones.
"En mi caso, hubo gente que me decía: “no quiero que me vean contigo porque eres el mal ejemplo de la comunidad”. También lastima mucho cuando te dicen: “Ah, tú eres Berenice”. No sabes si el comentario sobre ti es bueno, es malo, pero ya estás en los reflectores, esto genera muchas inquietudes".
Foto: Especial
Defender el territorio es motivo de represión
Además de los desafíos estructurales que afectan a los pueblos indígenas, las personas defensoras de tierra, territorio y medio ambiente ejercen su labor en un contexto hostil, que incluye violencia de diferentes actores como el crimen organizado, así como la estigmatización, hostigamiento y criminalización por ejercer su derecho a la protesta, esto se agrava sobre todo en el caso de las mujeres de acuerdo con el informe “México: tierra ¿y libertad?” de Amnistía Internacional México.
"Las dinámicas de opresión y violencias en contra de las mujeres son diferentes a las que sufren los hombres. Ellos normalmente son amenazados, encarcelados y asesinados, en el caso de las mujeres, además de ser amenazadas, en ocasiones son torturadas por actos de violencia sexual. Eso también tiene un componente diferente en términos de la violencia y en términos de las heridas que causa y, en ocasiones también son asesinadas", señaló Andrés Pacheco.
La organización constató que la criminalización de la protesta por defensa de tierra, territorio y medio ambiente tiene algunas características comunes:
- Las denuncias presentadas van dirigidas en su gran mayoría a personas que son consideradas como líderes, o las personas más visibles de movimientos de protesta
- A estas personas se les intenta procesar por delitos con todas las agravantes posibles, buscando así las penas más altas y que puedan llevar sus procesos privadas de su libertad
Las acusaciones son construidas principalmente mediante declaraciones de servidores públicos y de trabajadores de las empresas directamente relacionadas con los hechos denunciados por las comunidades y en ningún caso existe evidencia contundente que permita configurar algún delito, ejemplo de ello es el caso de la Colonia Maya en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde se acusa a las personas integrantes de la junta directiva de la comunidad que se unió para protestar en contra de la construcción de un fraccionamiento residencial en una zona protegida que causaría daños ambientales, de secuestrar a un trabajador cuando nunca se le restringió su libertad.
Elizabeth Suárez, es habitante de la Colonia Maya, y de 2016 a 2021 fue parte de la mesa directiva, y por su labor como defensora del territorio es acusada por la empresa inmobiliaria de delitos como secuestro, asociación delictuosa y daños a las vías de comunicación. Esto ocasionó que se tuviera que alejar de su comunidad durante dos años para perder visibilidad.
"El que digan que uno pues es secuestrador o que te finquen algunos delitos que pues uno, ni siquiera por acá te pasa hacerlos, pues claro que daña, algo que traté de hacer era tener menos foco también decidí irme a estudiar fuera por 2 años, para perder esta visibilidad que tenía", señaló Elizabeth Suárez en entrevista con La Cadera de Eva.
Foto: Amnistía Internacional México
El Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) reveló en su informe anual que durante 2022 sucedieron 582 agresiones y 24 personas defensoras del medio ambiente fueron asesinadas. El dato se vuelve aún más alarmante cuando se señala que el perpetrador principal de estos ataques y homicidios es el funcionario público a nivel federal, local o municipal.
Este informe arroja que 2022 es el año más violento y peligroso para las personas defensoras del medio ambiente desde 2014, pues se tiene registro de un aumento de 82% más agresiones que en 2021. Este es un desglose de las principales violencias que atraviesan a los activistas. Las entidades con mayor incidencia son Guerrero, Oaxaca, Chihuahua y Puebla, consideradas por el CEMDA como los estados más peligrosos para los defensores del medio ambiente.
Redes solidarias en la resistencia
Aunque existe criminalización contra las mujeres que participan activamente en la toma de decisiones de su comunidad tanto al interior como al exterior, estas mismas situaciones pueden ser generadoras de sororidad. A partir de la de la organización tienen en la Colonia Maya, Elizabeth fue invitada a otros espacios, ahora forma parte de una red de defensoras por el territorio en Chiapas conformada por mujeres de diferentes barrios que se reúnen una vez al mes para realizar acciones, informarse sobre ecofeminismo y acuerparse si alguna de ellas sufre algún tipo de violencia.
“Creo que el que una mujer sea presa de violencia o criminalización nos hermana con otras más, en mi caso, había una señora que siempre iba a los juzgados y decía: ‘hagan una cárcel muy grande porque si la meten a ella nos meten a todos, van a meter a toda la colonia’. Parece algo que era como un chiste, pero son palabras que sí te van como llenando de esta colectividad y de no sentirte sola” (Elizabeth Suárez, integrante de la colonia Maya)
En el caso de Berenice, asumir el liderazgo en la defensa del territorio la llevó implicó romper lazos con su familia que la juzgaba por defender su comunidad, la tachaban de “revoltosa”, la acusaban de “dividir al pueblo” y la revictimizaban culpándola de ser responsable de la represión de la que era víctima cuando asistía a manifestaciones. Ante esto, ella decidió reconfigurar su entorno y rodearse de personas con las que se sintiera cuidada y protegida.
“En la resistencia también hay personas que te aprecian y círculos de mujeres que te salvan: en una represión muy fuerte en 2015 a mí ya me llevaban los granaderos y fueron mujeres, las que me salvaron de ellos. Esta sororidad y apapacho de otras mujeres te alimenta sostiene y resguarda tu propia seguridad física, psicológica e incluso económica, porque no va a faltar la mujer que te arrime un taco, que se solidarice con tus hijos o que incluso te dé para el pasaje para seguir las reuniones” (Berenice Sánchez, indígena nahua de la comunidad de San Franciso Magú)
A pesar de la adversidad, las mujeres han protagonizado distintas luchas para defender el territorio y la naturaleza del capitalismo que destruye ecosistemas, cuando una de ellas es agredida o asesinada deja una herida irreparable en la comunidad pues son ellas quienes anteponen las necesidades de sus familias con miras al futuro.
“No sólo estoy luchando por mis hijos incluso estoy luchando por mis nietos. Estoy luchando por las siguientes generaciones, cuando vemos que está en riesgo nuestra familia no nos vamos a detener, porque al final de cuentas lo que estamos buscando garantizar en estas luchas por el por el territorio, agua y ambiente es que el círculo de la vida no se rompa”, concluyó Berenice Sánchez.