¿Cómo decir que a nosotras nos ha costado el asesinato llamarnos nosotras, con A, precisamente? Sin que al hacerlo vengan, como es costumbre, la parvada de gente que vive enojada con el mundo binario y el género, queriéndote hacer el pleito.
¿Cómo poder traer a la conversación que las lecturas sociales son reales y pesan, suceden, sin que te griten con coraje, que no te deben androginia ni feminidad, o masculinidad? Cuando no se los estás diciendo personalmente, sino en forma más global, y ni tú en tanto mujer, inventaste las normas que te aplican… sólo hablas de que las lecturas están ahí, y a razón de ello vienen las agresiones cotidianas, y la minimización sórdida, naturalizada…
¿Cómo decir que a nosotras, las mujeres trans, nos ha costado todo (la salud, la vida, el empleo, el hogar, todo) nombrarnos mujeres, y resignificar la feminidad que siempre nos habitó? Sin que eso se entienda por las demás disidencias del colectivo, como un acto de invisibilidad o negación de quienes quieren extinguir el género, y creen que lo mejor en el mundo y la vida es no ser mujeres ni hombres, ¿cómo?
¿Cómo decir sin miedo que vas a ponderar a tus compañeras, con A, y a otras mujeres, por encima de cualquier cosa, y antes que cualquier cosa, sin que eso se viva como exclusión y enebefobia por otras personas, que realmente están convencidas que hay que destruir al género? ¿Cómo?
¿Cómo coincidir con que hay que destruir el género, así nomás, como un reseteo digital, o un chasquido de Thanos? ¿Y las que han estado antes que nosotras, y son en este momento más grandes que nosotras? ¿Las desaparecemos, las guardamos en casa y que no salgan más? ¿Dejamos de nombrar que por un Ellas, han vivido lo que han vivido?
Es bien fácil ahora hablar de violencias para todo el mundo, cuando las muertas las hemos puesto nosotras, con A, las mujeres.
La tipificación nacional del feminicidio establece que el asesinato de mujeres por razones de género, blá blá blá… O sea, las matan precisamente por ser ellas, nos matan porque los cuerpos feminizados son construidos por esta sociedad misógina, como desechables.
Más aún, en la actualidad, donde el feminismo con ayuda de redes sociales y el internet, tiene otras violencias y contextos, pareciera que ya no existe la deuda histórica y justicia pendiente, para con las abuelas, las tías, las hermanas, las madres, las otras… las que no fueron nombradas, y que ahora que ya podemos hacerlo, e incluirlas, sea enebefóbico decir nosotras y no nosotres.
¿Cómo no ser además enjuiciadas a la primera y a la ligera, de simples binarias y heteronormadas, cuando tomamos el mujer y lo reivindicamos? Que no nos cuestionamos ni deconstruimos lo suficiente. En serio, no es un cómo por encimita preguntarlo, es profundamente estructural y no es para responderse, es más bien para pensarse y repensarse, y seguirse pensando, en la conversación horizontal.
Ahí donde por una vez en la fakin arena de los movimientos y luchas, podamos callarnos la bocota sin querer ganar una postura, como si fuéramos políticos rancios en un debate de INE, y entendamos simplemente que podemos habitar un mismo lugar de rebeldía, con todas las diferencias y desacuerdos reales y posibles. Que no necesitamos ser amigas ni hermanas para estar juntas en un mismo lugar, aunque separadas y distanciadas en ese mismo espacio en común… ¿CÓMOOOOOO?
Leonor Silvestri decía que debería unirnos sólo el horror y el espanto del mundo. Con eso es más que suficiente. Ah pero nooooo, la condición para estar juntas es en esta colectividad lo contrario: pensar igual, querer lo mismo, homogenizarnos, ser las mejores amigas, caernos bien, ser ahora un nosotres y ya no un nosotras… etcétera.
La misma Leonor Sivestri decía: ¿Hay algo peor en este mundo que ser mujer? Sí, se respondía ella misma, ser hombre, remataba.
Pa’quien no entendió, ser mujer es una mierda en este mundo macho, misógino, violento y feminicida, pero siempre será mejor que ser un hombre. Y quienes lo hemos entendido y resignificado o retomado, ser mujer es una estrategia política que no vamos a soltar, y vamos a seguir nombrándonos nosotras con A, no nosotres con E. Y no es enebefobia, es nuestro derecho y posicionamiento de vida, de política. No se puede borrar la historia. Quien la olvida o quiere enterrarla, vivirá condenado a repetirla.
Audre Lord apuntaba también que “no son las diferencias las que no separan, sino la incapacidad de comprender, esas diferencias”. Ojalá nos llegue de Navidad esa capacidad para comprender que por encima de nosotras, de nosotros y de nosotres, están la burguesía, el poder, el neoliberalismo, la deshumanización del capital y, que acá abajo, nos estamos dando hasta con la olla, haciéndoles un show corriente de entretenimiento, porque insisten en habitar policías del binarismo a cada cosa que escribo, o cada cosas que hacemos y decimos, nosotras, las mujeres, las que creemos que aún el feminismo es un espacio posible y no que “ya fue”, así como las que seguimos tomando ser mujeres, también como una posibilidad, y sobretodo una estrategia de resistencia y sobrevivencia. Vamos juntas con los juntes, y que los juntes vayan con las juntas… aunque no coincidamos, que nos una el espanto y el horror, no el pensar lo mismo ni igual, y menos una amistad. ¡Ojalá ocurra el milagro de la Navidad!
Para conocer más de Frida Cartas, te invitamos a ver el episodio de El Podcast de Eva donde nos cuenta sobre su libro Transporte a la infancia.